
En el año 2000, la empresa canadiense Advanced Digital Communications (ADC) llevaba a cabo una labor exploratoria en busca de restos de naufragios ocurridos en estas aguas en siglos pasados. El grupo encabezado por Paulina Zelitsky, utilizando equipos de sonar a bordo del barco de investigación Ulises, descubrió de manera accidental unas gigantescas formaciones rocosas, posiblemente de granito, situadas al frente de la península de Guanahuacabibes a una profundidad de 650 metros y las cuales, a primera vista, parecen tener una determinada organización que incluiría formas piramidales.
Las construcciones, a las que Zelitsky atribuye una antigüedad de 6.000 años antes de nuestra era, estaban disgregadas en unos 20 kilómetros a la redonda.
La mayor parte de estos bloques tiene unas dimensiones gigantescas, alcanzando los cinco metros de altura y varias toneladas de peso. Se supone que las piedras fueron cortadas, talladas y pulidas para encajar unas con otras y formar estructuras mayores. Igualmente se cree que hay abundantes inscripciones, las cuales se encuentran prácticamente en todas partes del yacimiento, así como símbolos y dibujos cuyo significado se desconoce.
Surge la tesis de que la ciudad hallada forma parte de la depresión marina ecalonada y que no se desprendió de Cuba sino que pudo ser tan isla como la otra. Una isla en el camino entre Cuba y la península de Yucatán. Eso acortaría la distancia física entre ambas tierras. Y cambiaría muchos puntos de vista sobre lo que aconteció en el pasado en esta zona de América.
Sin embargo, el geólogo cubano Manuel Iturralde, del Museo Nacional de Historia Natural, insiste en que no parece haber una explicación natural para esta formación; mientras que Paulina Zelitsky, señala: "parece posible que haya algún tipo de diseño inteligente en la configuración y planeamiento de la estructura".
La arqueología tiene ante sí el reto de reconocer y dictaminar si las estructuras megalíticas halladas son artificiales o meras formaciones naturales. En el primer caso, afirmar si los trazados que cubren las piedras son de hecho inscripciones; si lo fuesen, a qué clase de escritura pertenecen, y si son caminos y pirámides el resto de las estructuras que no han podido observarse con la nitidez requerida.
Las construcciones, a las que Zelitsky atribuye una antigüedad de 6.000 años antes de nuestra era, estaban disgregadas en unos 20 kilómetros a la redonda.
La mayor parte de estos bloques tiene unas dimensiones gigantescas, alcanzando los cinco metros de altura y varias toneladas de peso. Se supone que las piedras fueron cortadas, talladas y pulidas para encajar unas con otras y formar estructuras mayores. Igualmente se cree que hay abundantes inscripciones, las cuales se encuentran prácticamente en todas partes del yacimiento, así como símbolos y dibujos cuyo significado se desconoce.
Surge la tesis de que la ciudad hallada forma parte de la depresión marina ecalonada y que no se desprendió de Cuba sino que pudo ser tan isla como la otra. Una isla en el camino entre Cuba y la península de Yucatán. Eso acortaría la distancia física entre ambas tierras. Y cambiaría muchos puntos de vista sobre lo que aconteció en el pasado en esta zona de América.
Sin embargo, el geólogo cubano Manuel Iturralde, del Museo Nacional de Historia Natural, insiste en que no parece haber una explicación natural para esta formación; mientras que Paulina Zelitsky, señala: "parece posible que haya algún tipo de diseño inteligente en la configuración y planeamiento de la estructura".
La arqueología tiene ante sí el reto de reconocer y dictaminar si las estructuras megalíticas halladas son artificiales o meras formaciones naturales. En el primer caso, afirmar si los trazados que cubren las piedras son de hecho inscripciones; si lo fuesen, a qué clase de escritura pertenecen, y si son caminos y pirámides el resto de las estructuras que no han podido observarse con la nitidez requerida.
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